La ingesta por motivos emocionales puede sabotear los esfuerzos para bajar de peso. La buena noticia es que se puede controlar.
A veces, los peores antojos de comida aparecen cuando emocionalmente te encuentras en el punto más débil. Puede que consciente o inconscientemente recurras a la comida en busca de consuelo cuando te enfrentas a un problema difícil, cuando te sientes estresado o incluso cuando estás aburrido.
Comer por motivos emocionales puede sabotear tus esfuerzos para bajar de peso porque, a menudo, terminás comiendo demasiado, especialmente muchos alimentos ricos en calorías, azúcar y grasa. Lo bueno es que si eres propenso a comer por motivos emocionales, puedes tomar algunas medidas para recuperar el control de tus hábitos alimenticios y volver a encaminarte en tu objetivo de perder peso.
El ciclo de estado de ánimo
Comer por motivos emocionales es una forma de suprimir o calmar esas emociones negativas, como estrés, ira, temor, aburrimiento, tristeza y soledad. Los eventos importantes de la vida o, más comúnmente, las premuras de la vida cotidiana pueden desencadenar emociones negativas que conducen a comer por motivos emocionales y perturban los esfuerzos para bajar de peso. Estos desencadenantes podrían incluir: conflictos en las relaciones personales, trabajo u otros factores estresantes, cansancio, presiones financieras, problemas de salud...
Aunque algunas personas comen menos cuando se enfrentan a emociones fuertes, si te encuentras en una situación de angustia emocional, podrías recurrir a comer impulsivamente o en exceso y consumir rápidamente lo que esté a tu alcance, sin ni siquiera disfrutarlo.
De hecho, tus emociones pueden llegar a estar tan ligadas a tus hábitos alimentarios que automáticamente buscas un bocadillo cuando te enojas o estresas, sin ni pensar en lo que estás haciendo.
La comida también sirve como distracción. Cuando, por ejemplo, estás preocupado por un evento que se avecina o no dejas de pensar en un altercado, a lo mejor te concentres en ingerir comida reconfortante, en lugar de lidiar con la situación dolorosa.
Sean cuales sean las emociones que te lleven a comer en exceso, el resultado final suele ser el mismo. El efecto de la comida es temporal, las emociones regresan y probablemente sientas el peso adicional de la culpa por haber retrocedido en el camino hacia tu meta para el peso. Esto también puede llevar a un círculo vicioso: tus emociones disparan el impulso de comer en exceso, pero luego te culpas por desviarte de tu meta para el peso y debido a que te sientes mal, nuevamente, comes en exceso.
Antojos
Cuando las emociones negativas amenacen con desencadenar la ingesta por motivos emocionales, toma medidas para controlar los antojos. Entre ellas pueden servirte:
Llevar un diario de comidas. Anota lo que comes, cuánto comes, cuándo comes, cómo te sientes cuando comes y cuánta hambre tienes. Con el tiempo, posiblemente encuentres patrones que muestran la conexión entre tu estado de ánimo y la comida.
Domina el estrés. Si el estrés contribuye a que comas, prueba las técnicas para controlar el estrés, como el yoga, la meditación o la respiración profunda.
Verifica si realmente tienes hambre. Si comiste hace solo unas horas y tu estómago no hace ruidos, probablemente no tengas hambre. Dale tiempo al antojo para que pase.
Lucha contra el aburrimiento. En lugar de comer bocadillos cuando no tienes hambre, distráete y opta por un comportamiento más saludable.
Elimina la tentación. No tengas en casa esos alimentos tan tentadores y difíciles de resistir.
No te prives. En el esfuerzo por perder peso, tal vez limites demasiado las calorías, comas los mismos alimentos una y otra vez y te prohíbas gustos. Todo eso puede aumentar tus antojos, especialmente ante una emoción fuerte. Come alimentos saludables en cantidad suficiente, date un gusto ocasionalmente y varía mucho la comida para ayudar a frenar los antojos.
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Dr. Marcelo Blank (*)
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